A veces, los partidos de fútbol no se juegan de una vez. A veces, la lluvia también quiere participar. Así fue nuestra segunda jornada de la Copa Primavera: comenzó un día con ilusión y buen juego, pero tuvo que detenerse a los quince minutos porque el agua decidió que ya era suficiente por entonces. Sin embargo, ese pequeño fragmento de partido nos dejó una sonrisa, porque supimos aprovechar el momento y conseguimos una ventaja que nos daba confianza para lo que vendría después.
Una semana más tarde, volvimos al campo para terminar lo que habíamos empezado. El rival, con ganas de remontar, salió con mucha energía. Pero nuestros cracs del Maestro Padilla estaban listos. Habían trabajado en equipo, hablado entre ellos y sabían que el reto era seguir luchando con humildad y compañerismo.
Desde el pitido que marcó la reanudación, el partido fue todo un espectáculo. El balón no paraba de moverse, las bandas eran autopistas de ida y vuelta, y los porteros de ambos equipos se lucieron con paradas increíbles. Aunque el rival logró recortar distancias en algún momento, los nuestros no se vinieron abajo. Respondieron con valentía, jugando con cabeza, apoyándose unos a otros, y logrando mantener la ventaja conseguida días atrás.
No se trató solo de marcar goles. Se trató de aprender, de resistir la presión, de celebrar cada jugada bien hecha, de animarse entre compañeros y de no rendirse nunca. Fue uno de esos partidos en los que no solo se gana en el marcador, sino también en experiencia, en valores, y en equipo.
¡Seguimos aprendiendo, seguimos disfrutando! Grande Padilla.
Muchas gracias a todos los participantes (Héctor, Juan Felipe, Marko, Luca, Carla, Hugo, Lucca, Leo, Diego, Saúl, Erik y Joshua), al equipo rival, al árbitro y a los acompañantes por hacer posible tan magnífica tarde de fútbol.
Un saludo y esperamos veros en la próxima.