Era viernes y llegaba la hora.

Estábamos preparados para una nueva jornada.

Aluche, el destino, la diversión, el objetivo.

Terminaba seguro la jornada laboral de los padres, y suena la alerta de recepción de email.

Includiver nos avisaba. El equipo a batir estaba malito y no iban a poder presentarse.

Menuda faena, pensé de primeras. Ya verás cuando se lo diga al diablo naranja cuando salga del cole.

Seguí leyendo el email. Aportaba una solución perfecta y mágica, como todas las que sugiere.

Íbamos a jugar padres contra peques. Corazones grandes contra grandes corazones.

Ostras, pensé de nuevo. Qué gran idea esa de compartir un partido y sentir emociones diferentes.

Llevar ropa deportiva, nos advertía Ramón, porque todos jugareis.

Y sin más nos plantamos allí los padres y madres. Y los diablos naranjas emocionados, porque pocas veces nos brinda la vida de locos que llevamos momentos dulces juntos.

Y corrimos, y gritamos y regateamos, y caímos y volvimos a levantar. Y reímos y nos abrazamos, como la gran familia que somos, pero sobre todo, volvimos a ser niños nosotros también durante algún tiempo.

Y, jolines, que buen rato pasamos, a pesar de tener que tomarme un gelocatil para poder dormir, jajaja.

Por ello, no fue un viernes más, fue algo más que un viernes de partido, fue la sensación de unión y conexión cada padre y madre con su cachorro y con los de los demás.

Y si preguntáis por el resultado final, os lo digo:

Momentos mágicos 12

Estrés y preocupaciones 0

Ganamos todos.

Gracias Ramón, eres un gran tipo, un tipo grande.